EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL VILLARRREALINO QUE APLICÓ EL JAQUE MATE A UNA DICTADURA MILITAR
Por: Luis Alberto Pintado Córdova
El movimiento estudiantil Villarreal no organizó una gran protesta revolucionaria que fue el único grupo universitario en la historia del Perú y América que derrotó a una dictadura militar y recupero la democracia del país.
In memoriam del Dr. Manuel García Torres, docente de la EUPG – UNFV, político y escritor de innumerables libros, cofundador de Innov@s y uno de los más grandes líderes estudiantiles de la UNFV.
Después del golpe de Estado del 3 de octubre de 1968, el gobierno militar del general Juan Velasco Alvarado, lanzan un vendaval de reformas. El Perú es sujeto de cambios trascendentales; pero no compromete la participación de todos los peruanos. El pueblo no tenía presencia en el gobierno. Por el contrario, se les provocó con instituciones por decreto y manejadas por burócratas que al igual que la dictadura militar se fueron desgastando, especialmente con agentes comunistas que cogobernaron con Velasco.
La desconfianza popular fue creciendo cuando esta comenzó a desacreditar a los dirigentes más representativos de los partidos políticos, alquilando intelectuales por los medios de prensa.
Empezadas las clarinadas de advertencia de una grave crisis económica, la dictadura consumó el despojo de los medios de comunicación masiva al mismo estilo de corte totalitario. A fines de julio de 1974, desapareció la estabilidad del empleo para los periodistas. Ya no existía libertad de expresión.
Inmediatamente, existiría en el pueblo una corriente de desconfianza contra el general Velasco Alvarado. El pueblo se formó una opinión en base a sus medios de información, pues se clausuraron diarios, revistas y radios. El diario La Tribuna había sido un ejemplo. La mordaza no impedía darse cuenta que el gobierno revolucionario había fracasado.
A pocos meses, el septenato, el régimen de manu militari –como señala Luis Alberto Sánchez en su “Testimonio Personal”– llegó a su fin, prosiguió de otra forma. La caída de Velasco vino a consecuencia del suceso del 5 de febrero de 1975, por una jugada maestra de ajedrez político universitario villarrealino que dio el jaque mate a una dictadura militar. Los grandes protagonistas fueron los estudiantes.
Corresponde testificar a los protagonistas de los suceso de aquella jornada del pueblo, donde también participaron algunos chapistas de la época.
En primer lugar, hay que señalar que las bases apristas siempre combatieron a los regímenes antidemocráticos. La dictadura militar de 1968 no estuvo exenta de la protesta, el rechazo y la lucha revolucionaria del Partido del Pueblo, especialmente de su juventud, sus cuadros sindicales y universitarios siempre fueron conspiradores contra la repercusión ejercitada por los militares de turno en el gobierno.
Los cuadros estudiantiles no esperaron ninguna consigna jerárquica. Para aunarse a la protesta generalizada del pueblo peruano. Las masas necesitaban líderes y estás se dan en la lucha y la acción. Los estudiantes se solidarizaron con la Policía que se había declarado en huelga nacional desde el 3 de febrero de 1975, y estaba amotinada en el Cuartel General de la Guardia Civil en la avenida 28 de julio en La Victoria.
Los policías amotinados y acuartelados, aproximadamente dos mil, exigían aumentos de sueldo, mejoras administrativas, mejor trato social por parte de los oficiales, no represalias contra la huelga y el cambio del general Enrique Ibáñez Burga que había indignado y abofeteado a un guardia de origen provinciano, humilde y honrado cuando cumplía su deber.
Los “diarios del pueblo” ignoraban la huelga de la Policía, estaban al servicio de la dictadura militar, pero la población sabía que la ciudad estaba desguarnecida.
En esta toma de cuartel, surge un valiente asesor de la CHAP (Chicos Apristas Peruanos), Juan Vilca Chávez, joven reportero gráfico de la revista Caretas, quien sigilosamente ingresó al cuartel, tomo fotografías y grabó declaraciones de los policías rebelados, cumplimiento profesional que le costaría ir preso por buen tiempo al Penal de Lurigancho, junto a delincuentes comunes, donde se encontraría con muchos compañeros de lucha, entre ellos, otros asesores de la CHAP, Héctor Alva Narvaez y Oscar Consueto que habían caído por oponerse a la dictadura militar.
Juan Vilca fue el único gráfico del periodismo nacional que presenció en la madrugada del miércoles 5 de febrero el ataque de una gruesa columna de tanques y tanquetas de guerra del Ejército peruano arremeter contra el cuartel policial. Vio y fotografió bombas de gases de alta escala y como bombardeaban el cuartel sin piedad sin que nadie conteste al feroz fuego. Afirma que hubo varios muertos y heridos.
Cuando la ciudad amaneció todo el pueblo lo sabía, menos los medios de comunicación masiva, cuyos “dueños era el pueblo”, la prensa servil callaba cobardemente los hechos que marcaban historia. Las masas que sentían la crisis estaban indignadas y pasarían a la acción, un hecho que los estudiantes villarrealinos canalizaron con buenos reflejos políticos su acción política en corazón del centro de Lima.
Miles de pobladores de pueblos jóvenes de los cerros de Lima bajaban indignados cual detónate de una revolución comenzaron a quemar decenas de vehículos públicos y privados, nadie detenía el desborde del pueblo. Turbas de saqueadores se arrojaron contra las tiendas comerciales del distrito de La Victoria, dando inició a un saqueo generalizado por todo Lima.
Los estudiantes de la Universidad Nacional Federico Villarreal, ubicada estratégicamente en el centro de Lima, estaban acostumbrados a la protesta callejera contra la dictadura militar, encabezaron siempre focos de protestas. Aquel día sus dirigentes madrugaron, sabían lo que tenían que hacer, solidarizarse con la protesta y el pedido de la Guardia Civil.
Los estudiantes constituyeron un gran mitin central en el local central de la UNFV y acordaron salir a las calles a organizar mítines relámpagos por la ciudad, encendiendo la pradera de sus sueños e ideales juveniles de cambiar el Perú y el mundo. El elam juvenil estaba con una moral revolucionaria de alto calibre. No tenían armas ni municiones sino simplemente su coraje y decisión de sus discursos, el poder de la palabra y la fe traducida en la acción de la lucha político popular.
A los estudiantes y trabajadores, frente a los hechos de una huelga pacífica les indigno el cobarde y sanguinario ataque al Cuartel de Radio Patrulla, la barbarie de varios muertos, cuyos cadáveres fueron desaparecidos y fueron desconocidos para la gran mayoría del pueblo peruano por la complicidad de la radio, la televisión y los periódicos oficio-socializados.
La consigna del movimiento estudiantil nunca fue la del saqueo y del incendio, sino más bien la protesta y repudio del pueblo contra la dictadura militar, rechazar la nueva oligarquía militar, el descontento por la crisis económica que nos trajo el militarismo, las injusticias y el cobarde silencio de la prensa parametrada y servilista que confundían a las grandes mayorías y distorsionaban la verdad. El valor de los estudiantes villarrealino desde su fundación siempre radico en la protesta a favor de la democracia, la gratuidad de la enseñanza y la defensa del Estado de Derecho y los Derechos Humanos, siempre en contra de las injusticias.
Los estudiantes fueron testigos de la verdad de los acontecimientos, como comenzó a avanzar el grueso de las masas alrededor de todo Lima. Grupos de gente del pueblo que descontrolada y vociferante avanzaba hacia los edificios de SINAMOs (el partido político de la dictadura), el Centro Cívico, los diarios Ojo, Correo y Expreso, el Círculo Militar y el Club Nacional. El pueblo los acusa de instituciones entreguistas y las masas incendian sus edificios.
El Dr, Alfonso Baella Tuesta, director de “El Tiemppo” y autor del libro “El poder invisible”, narra los sucesos con una descripción realista de la cual el autor se valió como una de las fuentes para esta investigación.
Hechos, acciones y cifras, documentos y testimonios de protagonistas en el drama, fotos irrefutables tomadas directamente en el terreno de la insurgencia popular, son evidencias que expresan un conjunto de actores que se enfrentan de manera organizada y prolongada en el tiempo a una dictadura impuesta por la fuerza de las armas mediante, un golpe de Estado. Los responsables de la dictadura militar, culpables no lo pueden desmentir. No les sirvió ni los pretextos ni las mentiras. El mundo democrático se enteró de los hechos, los verificó conforme los principios de la democracia, a las normas civilizadas del derecho de insurgencia por la justicia, la moral y la libertad.
La insurgencia popular del 5 de febrero de 1975 tuvo algunos antecedentes, como la expulsión de estudiantes villarrealinos, que fueron objetos por parte de un régimen corrupto del rector de la UNFV, Dr. Humberto Espinoza Uriarte. Dicho grupo de jóvenes intelectuales de 29 estudiantes fueron expulsados en diciembre de 1973, entre ellos María Pizá, Juan Ramos Aguilar, Manuel Asmat, Eddie Segovia, Néstor Arce, Julio César Guevara, Luis Portugal Rodríguez, Manuel Aquézolo entre otros. Dicho rector quería poner a la Universidad Villarreal al servicio de la dictadura militar y convertirla en la “Universidad de la Revolución Peruana”.
Ello dio origen a una masiva revuelta estudiantil del 11 de enero de 1974 en el que masacraron sangrienta y violentamente a varios estudiantes villarrealinos, siendo su principal víctima Manuel García Torres, a quien las los matones del rector agredieron dejándolo gravemente herido al borde de la muerte, conjuntamente con Manuel Vásquez Villalobos (ya fallecido) a quien lo arrojaron del segundo piso del local central de la universidad. Sin embargo, significó una gran victoria moral del movimiento estudiantil aprista, pues el rector fue depuesto y los estudiantes reincorporados.
Ésta prueba de fuego a balazos en plena dictadura militar, dieron templanza, resolución y firmeza suficientes para preparar el gran asalto, la mayor de las rebeliones juveniles de los años 70 del siglo XX. Estos jóvenes ya estaban listos para una insurrección popular, exactamente un año después de tantas luchas contra la dictadura. El gran juego del ajedrez político originaría el gran salto dialéctico el 5 de febrero de 1975, el día del jaque mate a una dictadura militar encabezada por líderes estudiantiles de la Universidad Nacional Federico Villarreal, por su ubicación estratégica en el centro de Lima y su desplazamiento hacia los puntos claves de la dictadura militar.
Asimismo, participaron las bases del ARE de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos encabezada por: Juan José Uchuya, Fernando Dávila, Víctor Collantes Navarrete, Walter Espíritu, César Vásquez Bazán, Janet Gamarra, Julio Espinoza, Jorge Espino, Owen de la Cruz, Ricardo Soriano, Pedro Urquizo, Guillermo Sipán, Jesús Vento, Walter Rodríguez, Juan Enciso, Pedro Rocillo, Pedro Vásquez García, entre otros.
Por la Universidad Inca Garcilaso de la Vega: Mario Valcárcel, Alberto Valdivia, Jorge Rocillo, Carlos Sánchez.
Por la Universidad Técnica del Callao: Carlos Chamochumbi, Manuel Zevallos, José Medina, Luis Jaurégui, Javier Rafael Lacherre, Pedro Gallo, Pedro Valdivia.
Por la Universidad Nacional de Ingeniería: Armando Alva Evangelista, Jesús Guzmán Gallardo, Alejandro Santa María, Humberto Olivera Vega , Jorge Lozano Noriega, Misael Tello, Elías Ruiz, Luis Mori, Gladys Huapaya (cuya madre la c. Huapaya fue asesinada por Sendero Luminoso siendo alcalde de Concepción), Juan Fernández, Wifredo Huayta, Wency Collado entre otros.
Por la Universidad Ricardo Palma: Jorge Cuervo, Lilian Ojeda, Herbert Reyes, Por la Universidad Agraria: Chacho Cornejo. Por la Univeridad San Martín de Porras: José y Alfoso Barba Caballero, William Ames Gambini, Santiago Barreda, Alberto Valladares, Wilfredo Chino Villegas.
De la Pontificia Universidad La Católica sobresalieron por su apoyo solidario en favor del retorno a la democracia: Carlos Roca Cáceres, José Luis Pérez Sánchez Cerro, Luis Alberto Salgado, entre otros.
Villarrealinos como: Félix Rodríguez Reaño, Pedro Vásuez, Luis Portugal Rodríguez, Alberto Latínez, Hildebrando Elera Molero, José Antonio Arévalo, Oscar Raúl Pantoja Cáceres, José Delgado Mejía, Lucy Aguilar, Joseph Figueroa, José Aguado, Eleodoro Calderón, Abel Ojeda Sánchez Concha, José Collazos, Guillermo Collazos, Justo Solís, Javier Ñique Espíritu, Jorge Bravo Toro, el «tira piedras» Luis Huamán Loayza, Juan Gonzáles Correa, Andrés Meza, Jorge Sobero Almonaci, Carlos Pajuelo Camones, Manuel Ponce Venero, Alberto Barrenechea Romero, Luis Huerto Milla,Tedy Olguin, Miguel Magallanes Carrillo, entre otros, estuvieron en la protesta arriesgando sus vidas. Hay que añadir que incluso participaron estudiantes independientes, miembros de otros partidos políticos y estudiantes preuniversitarios que abrazaron la causa solidaria de la UNFV por la defensa de la democracia en el Perú.
El local central de la Universidad Villarreal era un polvorín, helicópteros, tanquetas y miembros del ejército, balas, petardos, arengas de los estudiantes indignados, enfrentándose a contingentes del ejército… en esa insurrección no se mostro miedo, cobardia, ni dudas de lo que se estaba protestando masivamente.
La fortaleza del calor de la lucha tuvo graves repercusiones y torturas en aquellos que padecieron prisión en cárceles para delincuentes comunes: Lucio Cámara Sila, los hermanos Jorge y Alberto Moreno, Manuel Aquézolo, Carlos Belapatiño, , Pedro Alvarado, Justo Castillo, Manuel Bermúdez, , Ricardo Morales, Jaime Mayorca Honores, y otros jóvenes apristas protagonistas de una de las páginas más gloriosas del movimiento estudiantil del Perú, pues permitió el jaque mate y la caída de la dictadura militar del general Juan Velasco Alvarado y el retornó a la democracia en el Perú.
Una protesta tan radical y que conllevó a una represión sangrienta que conmovió a todo Lima y el Perú entero, logrando simpatía y resonancia internacional. La Junta Militar expuso del país a dos reporteros de la Agencia de Noticias Reuters, que informaron sobre la muerte de 200 muertos.
En aquella época de efervescencia política contra una dictadura militar que no respetaba las leyes y la Constitución Política del Perú y ajeno a la clase dirigencial política, y que gobernaba al compás de la izquierda del comunismo internacional, resaltaba en oposición y en defensa de la democracia un grupo de jóvenes universitarios alineados en las bases del ARE (Alianza Revolucionaria Estudiantil) con una ideología del viejo Partido Aprista Peruano, con su jefe, maestro y guía Víctor Raúl Haya de la Torre.
Desde el derrocamiento del gobierno electo legítimamente por el pueblo, del arquitecto Fernando Belaúnde Ferry, diariamente la junta militar del general Velasco Alvarado violo del modo más grosero los derechos humanos en forma subrepticia y subterránea, no solo dirigido contra un círculo de enemigos militantes del régimen dictatorial, sino contra todos los dirigentes democráticos en general, en especial contra el Partido del Pueblo, la agrupación política y social más grande de todos los tiempos en el Perú. En aquel tiempo, era un partido al cual nadie podía acusar de corrupción a ninguno de sus militantes.
Los miembros de la prensa parametrada y esbirros de la dictadura exigían que el APRA fuera un partido declarado fuera de la ley como una organización criminal, sus dirigentes juveniles encarcelados y sus locales cerrados a doble llave. Una prensa servilista y adulona de la dictadura militar aplaudía todo lo que sea antidemocrático. Ello originó que sus dirigentes fuesen deportados: Armando Villanueva del Campo, Carlos Enrique Ferreyros -Past Decano del Colegio de Abogados del Perú-, Luis Negreiros y Jorge Idiáquez entre otros. Posteriormente, sus dirigentes y activistas de base fueron detenidos y torturados.
Haya de la Torre, en presencia nuestra llamaba a los mejores abogados del Partido Aprista para que asistan a los presos en el penal del Sexto, Lurigancho y Seguridad del Estado en defensa de los estudiantes detenidos que luchaban por la democracia.
El principal objetivo y protagonista de esta nueva persecución fue Víctor Raúl Haya de la Torre, para impedirle al viejo líder la Presidencia de la República. La junta militar nunca tuvo a su favor un solo voto, incluso a la caída del general Velasco, todos los oportunistas, izquierdistas de turno y la nueva casta militar callaron y traicionaron su juramento de “¡Velasco: ¡Contigo hasta la muerte!”.
La insurgencia popular del 5 de febrero, fue producto del intenso activismo rebelde de los dirigentes y delegados juveniles de la Alianza Revolucionaria Estudiantil, ARE de la Universidad Nacional Federico Villarreal, con policías de la Benemérita Guardia Civil del Perú sin uniformes y sin identificación. Su dirigente principal era Manuel García Torres, Secretario General del ARE, dirigente del Centro Federado de Derecho de la UNFV y Secretario de Organización del Comando Universitario Aprista, que con 23 años de edad ya coordinaba acciones revolucionarias con Haya de la Torre, con el Colegio de Abogados del Perú, con los delegados de la Guardia Civil, con otros dirigentes de partidos políticos democráticos, con los delegados de otras universidades, gremios sindicales del país como la Confederación General de Trabajadores del Perú CTP y el proyecto del Movimiento Laboral Revolucionario MLR.
Víctor Raúl Haya de la Torre, denunció: “la cuestión de la pérdida del diario “La Tribuna”. Fue una maniobra típica de las dictaduras. Primero se nos quitó el avisaje. Después aparecieron los avisadores diciéndonos que seguirían pagando los avisos pero que no querían que los publicáramos. Eso no lo admitimos…Después vinieron los impuestos, las gabelas y el Banco de la Nación nos demandó. El juez pidió el remate. El Partido hizo una colecta, llegando a juntar un millón de soles. Hubo mayores denuncias…El destino era ya definitivo…silenciar la libertad de prensa…” (Revista Oiga, oct.1975).
El anciano líder, Haya de la Torre, valientemente demostrando resolución y firmeza, sin tono de queja como todo buen revolucionario declaró: “En otras épocas fuimos víctimas de una represión feroz, brutal y asesina. Esto no ha sido nada en comparación al Vía Crucis que hemos pasado con Sánchez Cerro, Benavides, el primer gobierno de Prado y Odría. No tiene paralelo…” El APRA fue el chivo expiatorio ante un problema entre militares y policías por el cual se produjeron actos vandálicos, donde tenía que responsabilizarse a alguien y eso fue el Partido y su juventud…Bien examinado el problema de falta de vigilancia y seguridad de la ciudad desguarnecida, el gran cinturón de gente sin trabajo y con diferencias de clases tan marcada, fue invadida… ante la presencia de líderes jóvenes estudiantes y sindicales del aprismo que sintieron la revolución… esa es la actitud contagiosa…”
Continúa, Haya de la Torre: “Si yo hubiera tenido veinte años, hubiera salido a las calles el 5 de Febrero… Ese es producto de nuestra prédica de pedagogía política en defensa de la democracia ante toda dictadura… Este es el producto de una nueva juventud libre, justa y democrática… Fue la hora del pueblo y lo mejor del pueblo es su juventud, su nueva sangre… Yo ya pasé los momentos mas duros de la vida política de la República, estoy sereno, firme y resuelto a continuar mi obra de amor a la libertad y justicia. Yo por a mi Patria y a la vida, no temo a la muerte por la causa y los ideales del aprismo…”
El objetivo de la insurgencia del 5 de febrero, tuvo su propio ideario de acción:
“Reestablecer el Régimen Democrático en el Perú… La resistencia popular irá creciendo a medida que la Junta Militar continué demostrando su incapacidad para resolver los grandes problemas nacionales, por el contrario los ha agravado… la gran tarea es fundirse con todo patriota y todo auténtico demócrata en contra de toda dictadura militar. Restablecer el Estado de Derecho y las garantías constitucionales, sistemáticamente violadas por la dictadura militar… Imponer el derecho de funcionar libremente todos los partidos y organizaciones populares y democráticas… Reconquistar la libertad de prensa, respetar la libertad de expresión y que los medios de comunicación masiva sean devueltos a sus legítimos propietarios… Abandonar el sectarismo de la Reforma Educativa y luchas por una auténtica reforma educacional que es la clave y la llave del progreso…Transparencia y fiscalización en las políticas de Estado…una oportuna solución a los problemas de nuestra economía nacional…”
Secretaría General del ARE – Alianza Revolucionaria Estudiantil. Enero de 1975.
Las cualidades revolucionarias de Manuel García Torres tuvieron un costo represivo a posteriori que le valdría ser detenido en varias oportunidades, haber sufrido torturas y secuestros. La Junta Militar de Gobierno ordeno ubicarlo y detenerlo vivo o muerto, ofreciendo precio por ser cabecilla de la “conspiración APRA-CÍA”; los periodistas de la época adictos a la dictadura publicitaban en emisoras radiales cartas que ofrecían diez mil dólares USA por su delación, como de otros implicados como terroristas y agentes de la CIA cuyas fotografías estaban en primeras planas de los periódicos, entre ellos figuraba un adolescente menor de edad, el autor Luis Alberto Pintado Córdova, el octavo de la fotografía entre los 14 más buscados del Perú acusados de ser agentes de la Central de Inteligencia Americana y terroristas.
Titulares de periódicos exigían poner al Partido Aprista al margen de la Ley para proteger los intereses de la Patria, otros exigían conforme a las arengas de Hitler y Goebbels contra todo cuanta era progresista, culminaron en la amenaza de “Exterminar al aprismo con todas sus raíces”. La misma República de Weimar fue calificada de “14 años de progresismo” y correspondientemente, persiguieron a todos los demócratas.
Por ello los genios del mal, los propagandistas comunistas plantearon en folletos la siguiente interrogante: ¿Cuándo eliminaremos el maligno cáncer del aprismo? “Debemos erradicar al aprismo en la conciencia de los peruanos, exterminarlos desde su niñez chapista hasta su juventud estudiosa”. En ese plan siniestro, obviamente, estaban en la mira telescópica los dirigentes del ARE y lo que es hoy la Promoción 70-80: “Los últimos discípulos de Haya de la Torre”.
Los “seudo izquierdistas” de la Junta Militar seguían la formación de las escuelas militares norteamericanas: “se mata a todo tipo de sentimiento humano.” No les importaba el costo social ni la muerte entre peruanos hermanos, para ellos salvo el poder, lo demás es mera ilusión.
Por aquellos días posteriores al 5 de febrero, se suspendieron las garantías constitucionales y hubo toque de queda en la ciudad de Lima estuvo bajo el dominio de los soldados. La orden era disparar a todo ciudadano que estuviese en las calles a partir de las doce de la noche. Los ciudadanos se asustaban cuando desde las ventanillas de los autos asomaban ametralladoras. Observar camiones del ejército repletos de arrestados. El silencio de la noche volvió triste al país, sólo era interrumpido por el fuego de la metralla. El toque de queda volvió triste al país por varios meses. Algunos locales del Partido Aprista fueron saqueados y destruidos por soldados.
Fueron quemados libros apristas y bibliotecas completas destruidas. Varios militantes fueron detenidos con golpes de culata, patadas en los riñones, costillas y genitales. Detrás de cada aprista existía un contrarrevolucionario, agente de la CÏA, cada líder del partido era un conspirador con armas guardadas.
Dirigentes sindicales y estudiantiles dormían en casa de amigos y simpatizantes. Otros en el “cotorro” de las Casas del Pueblo. “El cotorro” del Partido (vivienda para activistas apristas pobres) fue irrumpida rápidamente para buscar donde estaban guardadas las armas de la contra revolución militar.
Panfletos de SINAMOS exigían ser el único Partido de la Junta del Gobierno Militar, anunciaban que “rodarán cabezas” e hicieron correr el rumor con perfección macabra, total tenían en su poder los medios de comunicación masiva, entre los cuales se distinguen muchos periodistas actuales, que pese a todo el camuflaje no pueden desmentir el vientre de la junta militar que los parió. Presionaban para que la Junta Militar redacte y apruebe sin consulta popular una nueva Constitución para perpetuarse en el poder.
De esta aproximación extraigo una reflexión ampliada de “Memorias de guerra” de Winston Churchill:
“En la guerra y en los conflictos: Buenos reflejos, resolución y firmeza. En la paz: Solidaridad y buena voluntad. En la victoria: Magnanimidad y fraternidad. En la derrota: Serenidad, aplomo y altivez”.
Que este breve análisis contribuya a reflexionar para renovarnos comprendiendo que la clave del futuro está allí, en su juventud y en conciencia nacional, persiguiendo el ideal superior que el Perú debe realizar, venciendo obstáculos e imprudencias… Que el Perú no se pierda por la obra o la inacción de los peruanos. Escapemos al peligro de convertirnos en un charco, un páramo o en una fogata. Está mutación sería el peor desaliento y la mayor inseguridad para nuestros jóvenes y niños que son la reserva moral del Perú.
Que este episodio ingrato de la vida republicana del país de enfrentamientos entre peruanos hermanos nunca más vuelva a repetirse, especialmente cuando de dictaduras y golpes de Estado se tratan, cuando se es ajeno a las leyes y a la clase política, se impide el debate parlamentario y se pisotea la Constitución Política del Perú se abren las puertas de Derecho de Insurgencia.