El artículo del Dr. Jorge Rendón sobre dicha lucha popular, aporta en la situación interna de la dictadura porque da cuenta de la existencia de grupos al interior de la dictadura.
Sobre otros aspectos existen yerros garrafales como cuando afirma que eran pequeños los protestantes pero es una ligereza pues ni los que se desbordaron ni los que marcharon el 5 de febrero de 1975 eran tan pequeños (ver foto)
Asimismo, reitera haciendo coro al estilo de los exponentes de la dictadura y sus áulicos- que la agencia de inteligencia imperialista yanqui- la CIA- estaba metida en la protesta pero si esto fue así, como explicar que se marchó hacia la embajada de EEUU y hubo apedreamiento. Y si no se la incendio, fue porque respondieron desde dentro de la Embajada a balazos.
Rendon también no explica porque la protesta se presenta en medio de una ya galopante crisis económica que había contraído salarios, como acontecía con los de la guardia civil y la clase trabajadora (1).
Sorprende también otra ligereza que lo aleja de la objetividad cuando sostiene que con algún comando militar podía haberse debelado la protesta para que no llegue a mayores. Difícilmente eso hubiera ocurrido pues hubo multitud en la protesta y hubiera jaqueado a la propia dictadura.
Etc., etc.
Les dejamos con el artículo de J. Rendon.
(La de 1975 fue la huelga policial más grande de nuestra historia).
5 DE FEBRERO DE 1975: ¿QUÉ SUCEDIÓ REALMENTE?
Por Jorge Rendón Vásquez
El 5 de febrero de 1975, hacia el mediodía, tres densas columnas de oscuro humo se elevaban varios centenares de metros en el centro de Lima: ardían el diario Correo, el Centro Cívico y el Casino Militar de la Plaza San Martín.
Esos incendios, continuados con el saqueo de 162 tiendas comerciales de Lima y La Victoria el mismo día, formaban una escalada que, en la intención de sus autores, podía desembocar en un cambio en la composición del Gobierno.
Los hechos inmediatos que llevaron al vandalismo del 5 de febrero y a la subsiguiente represión comenzaron el 31 de diciembre del año anterior cuando el Jefe de la Casa Militar abofeteó a un policía de tropa, que había desacatado la orden de impedir el acercamiento de los periodistas al Presidente y le había contestado con altanería. Desconfiando de la lealtad del personal policial del Palacio de Gobierno, el Jefe de la Casa Militar dispuso su traslado a la 22ª Comandancia.
Solidarizándose con sus compañeros, los policías de tropa concentrados en este centro se negaron a salir de servicio por la tarde. El conflicto se solucionó con la liberación del policía detenido.
Sin embargo, entre una parte del personal policial subalterno en Lima continuó incubándose una protesta estimulada por activistas vinculados al Partido Aprista y a un grupo de izquierda contestatario. Su pliego de peticiones incluía el desagravio al guardia vejado en Palacio de Gobierno, un aumento de sueldos y otros puntos.
Después de varios anuncios y rumores de huelga, el personal de varias comisarias inició su paralización el lunes 3 de febrero, encerrándose en el local de Radio Patrulla, en La Victoria.
Las negociaciones con sus jefes fracasaron al condicionarlas éstos a la suspensión de su medida.
El martes 4 de febrero una parte de los policías de otras comisarias se sumó a la huelga. Mientras tanto varios grupos de militantes apristas se turnaban frente al cuartel de Radio Patrulla para alentar a los policías huelguistas con discursos.
En las primeras horas del 5 de julio[febrero], tras un ultimátum desatendido para que abandonaran Radio Patrulla, un destacamento del Ejército echó abajo la puerta de este cuartel y detuvo a los huelguistas que no alcanzaron a huir.
A las once de la mañana de ese día, una pequeña manifestación de militantes apristas y de otro grupo de izquierda adversarios del Gobierno, en su mayor parte estudiantes, avanzó hacia el centro por la avenida Garcilaso, luego de constatar que no había vigilancia policial.
Simultáneamente, cierto número de activistas, vistiendo camisetas sin mangas como para identificarse entre ellos, que llegaron en motocicletas y automóviles portando latas de gasolina, se introdujeron en el diario Correo, en el Centro Cívico, donde funcionaba una parte del SINAMOS, y en el Casino Militar de la Plaza San Martín, amenazaron a los empleados con pistolas y revólveres, rociaron los ambientes con gasolina y les prendieron fuego.
Poco después, otros agitadores se mezclaron con el gentío de La Parada y los incitaron al saqueo.
La noticia de los asaltos a los comercios se difundió en los vecindarios de Lima, La Victoria y Rímac y los saqueos se multiplicaron.
Ejecutados ambos operativos, sus autores se replegaron a sus locales partidarios y domicilios.
Los saqueos sólo concluyeron al caer la tarde después de que las tropas del Ejército dispararan contra los asaltantes.
Al día siguiente, los agitadores pretendieron continuar su escalada.
Cerca del mediodía un grupo de apristas avanzó en dirección al local de los diarios Expreso y Extra, situado en la sexta cuadra del jirón Ica, con el evidente propósito de incendiarlo. Previendo que esto podría suceder, el personal de ambos periódicos salió a la calle y esperó el ataque tras una barricada de muebles y bobinas de papel, rápidamente levantada.
Sus armas eran sus puños y algunos garrotes. Al ver a sus adversarios resueltos a enfrentarlos, los agresores vacilaron y se detuvieron, algunos dispararon sus armas al aire. Pero los de la barricada se mantuvieron firmes. Fue suficiente. Los atacantes retrocedieron y se dispersaron. No estaban hechos para el combate.
En los sucesos del 5 y 6 de febrero algunos historiadores, sociólogos y comentaristas no muy informados o con cierta intencionalidad han tratado de ver la confluencia de protestas de vastos sectores de la población contra las realizaciones del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, o más esotéricamente, el grito de ciertas oleadas de “multitudes encolerizadas e incontrolables”.
Nada de esto aconteció en ese momento.
El mismo general Juan Velasco Alvarado denunció de inmediato la acción concurrente de la CIA y del Partido Aprista.
Una y otro tenían motivos coincidentes.
La CIA quería derribar al gobierno que había emprendido un camino de reformas sustanciales en nuestro país, establecido relaciones con los Estados socialistas y erradicado la injerencia de Estados Unidos en el Perú.
Sus análisis e infiltración en determinados grupos de la sociedad, incluidos militares, debían conducir a ese resultado. El Partido Aprista quería detener las reformas y volver al cogobierno del país con la oligarquía o con lo que quedara de ella.
Desde su accidente cardiovascular, Velasco Alvarado ya no tenía su vigor inicial. Dejaba poco a poco de ser el hombre que había organizado la revolución y promovido las reformas económicas y sociales.
Además, un grupo de altos jefes militares, no muchos en realidad, al que se denominó La Misión, que consideraban una amenaza para el capitalismo la continuación de esas reformas, rodeó a Velasco Alvarado con la intención de atraerlo a su lado.
Para los militares socialistas ese acercamiento constituía una amenaza para la estabilidad del Gobierno.
La dirección del Partido Aprista sabía todo esto. Sin tener que infiltrarse, estaba ya dentro de la casa de Velasco Alvarado. Los dos hermanos de su esposa eran apristas convictos. El hijo del ministro de Pesquería y prominente miembro de La Misión, Javier Tantaleán, era aprista, como también el hijo de Francisco Morales Bermúdez, y todos ellos y otros transitaban a diario por la casa de Velasco Alvarado.
Es posible que de allí haya salido la información para precisar el momento de una asonada que podría haber llevado a La Misión al control del gobierno.
Cuando a Velasco Alvarado le informaron que un grupo de jóvenes estaba quemando el Círculo Militar, el Centro Cívico y [ el diario Correo] le haya pedido que se preparaban, haya llamado a su esposo [para] [pa]ralizar a los incendiarios. Los dos hermanos de su esposa eran aprí[stas] dio la orden de no tirar contra ellos, sino sólo fotografiarlos. ¿Por qué?
Hubiera bastado un comando de unos treinta hombres para neutralizar a los incendiarios. Y es probable que este comando haya estado listo. La Segunda Región Militar, dentro de cuya área se encontraba Lima, estaba a cargo del general Leonidas Rodríguez Figueroa, uno de los jefes socialistas, quien tenía todo dispuesto para actuar.
Es verosímil que la esposa de Velasco Alvarado, alertada en la mañana del 5 de febrero sobre la posible participación de sus hermanos y los amigos de éstos en las actividades que se preparaban, haya llamado por teléfono a su esposo y lo haya puesto al tanto de lo que aquéllos podrían estar haciendo.
Si la intención del Partido Aprista era colocar a La Misión en el control del gobierno, su cálculo fracasó.
Los puestos con mando de tropa estaban en manos de jefes que no respondían a La Misión, y Velasco Alvarado, sabiendo perfectamente que él equilibraba a las diferentes corrientes de opinión dentro de las Fuerzas Armadas, jamás se hubiera prestado a ese juego. No hubo, por lo tanto, ningún cambio en el gobierno.
A la larga, sin embargo, la continuación del plan envolvente de La Misión precipitó el relevó de Velasco Alvarado a fines de agosto de ese año. Los sucesos del 5 de febrero no influyeron en esta transición. Para los jefes socialistas era la única manera de apartar a La Misión de los ministerios y otros cargos importantes. Y así lo hicieron, luego que Francisco Morales Bermúdez fuera llevado a la Presidencia de la República. Los pasaron al retiro. Pero allí no quedaron las cosas. Al poco tiempo, Morales Bermúdez, en connivencia con el grupo llamado institucionalista y posiblemente con la CIA, se deshizo de los jefes socialistas, y con eso terminó la revolución velasquista. En adelante, la oligarquía capitalista, recuperando a grandes pasos su poder, se entronizó en el control del país.
Según los informes oficiales, la represión por los desmanes del 5 de febrero de 1975, causó la muerte de 86 personas, heridas en 155 y la detención 1012, casi todos saqueadores atrapados en plena acción. ¿A quiénes imputar las pérdidas de vidas y bienes? Ningún muerto y herido fue policía. En todo caso nunca se reportó ni se supo que hubiera habido alguno del cuerpo policial, como pretendieron hacer creer algunas versiones interesadas.
(3/2/2014)
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Notas
- Ver:
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https://sayaniperu.com/2025/02/01/peru-5-de-febrero-de-1975-50-anos-de-la-protesta-popular/